Es difícil contar tantas bendiciones que he recibido de nuestro Señor Jesucristo durante mis 27 años de sacerdocio. Estoy muy agradecido con Dios; y con San Pablo digo: “todo lo que puedan decir o hacer, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él.” (Col 3,17).

Una de las bendiciones más preciadas que he recibido, fue la oportunidad de encontrarme con Jesús a través de la Escuela de Evangelización San Andrés. En 2004 cuando invité al Padre Elías Arámbula a traer el curso Nueva Vida a la parroquia, mi objetivo era bastante limitado. A través de una experiencia de retiro, quería encontrar la manera de unir más a mis líderes parroquiales buscando que alguna persona lograra tener una verdadera relación interpersonal con Dios.  Estoy muy feliz de decir que recibimos algo mucho mayor: juntos tuvimos un encuentro con Cristo de una manera tan profunda que cambió nuestras vidas y transformó nuestra parroquia. Al hacer de Jesús el Señor de nuestras vidas, el Espíritu Santo nos unió como hijos de nuestro Padre Celestial.

Esto es cierto para mí a nivel personal, como sacerdote y como discípulo de Cristo. Hasta ese momento mi relación con Dios podría caracterizarse como el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo (Cf. Lc 15). Mi vida consistía en hacer por Dios, trabajar fuerte e intentar ganar el amor y el reconocimiento de Dios. Trataba de hacer por Dios y no de estar en comunión con Él y recibir de Él todo lo que quería compartir conmigo. Lo que Dios me dio al vivir Nueva Vida es saberme en los brazos amorosos de mi Padre Celestial, sabiendo que me cuidaba personalmente y experimentaba su amor y perdón sin condiciones.

Después de haber estudiado teología y escrituras durante muchos años en el seminario, todavía tenía que experimentar un encuentro verdaderamente personal con Cristo, con su amor y Señorío en mi vida en una forma mucho más profunda. También renové mi relación con Él en su Palabra. El kerygma ya no era solo una idea, sino que se convirtió en una parte esencial de mi vida espiritual y de todo lo que ahora hago como sacerdote, especialmente en mi predicación y enseñanza. A través de la Escuela de Evangelización de San Andrés descubrí personalmente lo que el Papa Francisco escribió en el año 2013, La Alegría del Evangelio “llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.”