Dios, en su bondad, tenía en su plan el que, de una situación adversa en mi vida, pudiera llegar a éste país y tener a bien, ir puliendo las aristas de mi vida que sólo estaban provocando lastimar mi entorno. Había que aprender a ser testigo y no reportero, como tanto insistimos en la evangelización.
Mi “problema”, por muchos años, era cómo “hacer fácil y práctico” el Evangelio para los demás (entendía que, para mí, lo era). Después de mis estudios de teología, encontré en la Renovación en el Espíritu un “cierre” con broche de oro entre el Dios de los “libros” y el Dios “vivo y real” vivido y proclamado. Por muchos años lo viví así “pero” todavía no resolvía el “cómo llevarlo de manera sencilla y práctica”.
En el año 2011 encontré a “mis Pedros” que me presentaron e introdujeron al Proyecto de Evangelización. Cuando fui palpando la metodología y la logística San Andrés en los Cursos, y cómo el centro de todo era la Palabra, el ponerla en el corazón de manera sencilla y participativa, como profesor, no dudé en hacer mío el proyecto.
Al día de hoy hago mío, sí, el proyecto pero más allá del proyecto es mi camino de discípulo el que me exige a Evangelizar “con el estilo San Andrés”. En la medida en que camino a través de los Cursos a nivel personal y, sobre todo, con el Equipo y los participantes, descubro una Palabra totalmente viva que me confirma la urgencia de proclamarla, de predicarla de una manera nueva, como lo visualizó San Juan Pablo II para una Nueva Evangelización y como el Espíritu Santo lo ha inspirado en la Escuela de Evangelización San Andrés.